Cordura


La historia…no, no es una historia, quizá mejor la… la… el punto es que no tiene descripción, digo no tiene un título que la defina, es algo así como un deja vu, en realidad no sé si existió, existe o existirá en algún momento pero se vive, se vivió y sintió tan real como que ahora es de noche y escribo.

Empezaré de nuevo.

La “situación” comenzó hace unos meses, Andrea estaba envuelta en un “relación” inestable, “sin principio ni fin” –así la describía ella misma, sin títulos ni… dejémosle así, simplemente trataba de mantener un seudonoviazgo, mejor sería decir una pasional aventura, tan intensa que estaba a punto de perderse en un huracán cada vez que le respiraba el aliento a Él…digámosle sólo Él, su seductora personalidad no necesita presentación.

Y cada noche entraba en su cama, se perfumaba con su aroma y al amanecer desaparecía. Furtivo…cada noche un principio y un final, un anhelo y un dolor, un amor y desamor, cada noche Él…

Andrea moría al amanecer y renacía a la media noche. Andrea le pertenecía a Él y solo a Él, siempre lo pensó y aceptó así, aunque para Él ella era sólo el final de la ruta, la vieja banca en la que se sienta a reposar el viajante al final del día mientras ve las hojas secas caer y a la que sabe que no volverá y si lo hace, será sólo de paso para descansar una vez más…

Y sin embargo el amor danzaba entre ambos. Luego una noche, Andrea ya cansada de tanto vaivén, de tanto frío, del dolor que le causaba ese amor extraño, de ser la viva imagen de un hogar vacío, abrió el balcón y de la nada le vio.

Quien eres –susurraba, con la voz temblándole pero no de miedo, quizá esperaba encontrarle, quizá necesitaba encontrarle. Soy lo que anhelas – le dijo la voz y ella sabía que era cierto.

En la penumbra de la noche apenas se distinguía su silueta, pero lo que de él emanaba era tan fuerte que Andrea sintió la urgente necesidad de abalanzarse a sus brazos, de sujetarle del cuello y llenarle de besos, de pedirle que no se fuera jamás. Y lo hizo. Pero esa extraña criatura tenía alma de poeta, así que le perfumó la piel, la lleno de besos y le sembró en el vientre la ternura disfrazada de mariposas azules.

De vez en vez se le aparece de nuevo, cuando está sentada frente a su pantalla blanca intentando ponerle signos a su sentimiento. Cuando se va llega Él, y sigue siendo toda suya y sólo suya, Él y sólo Él. Pero cuando al amanecer se va, Andrea ya no muere, para renacer sólo tiene que cerrar los ojos y decir en un susurro, como llamándole: poeta, poeta…

Comentarios

Desvanecerse ha dicho que…
Muchos van hacia la verdad por los caminos de la poesía. Yo llego a la poesía, por los caminos de la verdad. Joseph Joubert (1754-1824) Ensayista y moralista francés.

Si hay algo que rebosa vida, colma esperanzas, completa al ser humano, da sentido a la locura y resiste a cualquier realidad, son las palabras del poeta.

Besotes
Yemaya ha dicho que…
He disfrutado de tu relato. Precioso.
Besos y susurros muy dulces

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