Hablar con papá
No soy heterosexual. Pasaron 25
años de mi vida para darme cuenta, no lo he dicho a nadie jamás. Últimamente tengo
en mi cabeza la siguiente frase: “hablar con papá”. ¿De qué, qué le diría? Siempre
hablamos aunque hace años sabe realmente poco de mí. No sé de qué quiero
hablarle, a veces es simplemente sentir esa calidez de los años mozos, cuando
podía embelesadamente escucharle hablar por horas, mirar sus facciones gruesas,
sus gestos y expresiones de agrado o desagrado ante sus propias ideas, escucharle
atentamente aunque estuviera en desacuerdo, o para estar en desacuerdo; añoro
esos debates acerca de Dios, de los pilares básicos de la vida, de los
noviazgos y del matrimonio, de los hijos, de sexualidad; siempre en desacuerdo,
siempre contra-argumentando y siempre juntos.
El tiempo no pasa en vano, ambos
nos llenamos de trabajo, poco tiempo y muchos kilómetros que recorrer; el
teléfono en estos casos más que acercar estorba. Una vez me contó un sueño, yo
he de haber tenido unos 17 años; en el sueño yo era pequeña, un bebé y papá me
cuidaba, recuerda mirarme con ternura, luego una angustia le invadía y cuando
volvía a verme yo estaba toda herida, lastimada, destrozada. Me lo contó
llorando. Yo no dije nada. Compartíamos el mismo dolor.
Quizá por eso tengo en mi mente
hablar con papá, contarle, al igual que lo hizo él en ese tiempo, un gran dolor
mío, contarle quizá la historia de esa bebé herida, lastimada, destrozada que
por más que él tomó en sus brazos e intentó curar no lo lograba. Decirle que la
nena creció e intentó toda su vida adaptarse al estándar establecido, “ser una
mujercita, casarse y tener hijos”; decirle cómo llegó a enamorarse de un gran
hombre, un buen hombre, uno que había sufrido lo suficiente para entender el
dolor que ella guardaba dentro, quizá porque él lo compartía. Un hombre
atrapado en una sexualidad masculina y promíscua, encubriendo su homosexualidad…y
la nena, atrapada en una sexualidad amorfa, perversa. Más en este punto su
rostro ya estaría congestionado, ¿qué está diciéndome mi niña? Y lloraría al
darse cuenta que efectivamente él no pudo hacer nada para sanar a su bebé, que
la herida desgarro más que sus genitales infantiles, que rompió algo más que su
niñez.
No soy heterosexual. Más cuando
él pregunte si soy lesbiana, no podré contestar que sí, me quedaré callada sin
saber si ser honesta y contestar no sé, o dejar que siga interrogándome. ¿Has
tenido relaciones sexuales con mujeres? Quizá se atreviera a preguntar. Sí. ¿Y
después? ¿Cómo explicarle que el sexo no funciona igual en mí? No me importa
mucho si es hombre o mujer fisiológicamente hablando, ni me tiene con cuidado
que preferencia sexual profese, ¿cómo decirle que a veces es algo que no puedo
controlar? Pero entonces has sido promiscua, pensaría sin decirlo, con la
pregunta en la mirada. Mucho, diría yo, y con cada vez me lastimo más, a veces
quiero dañar mi cuerpo, sentir el dolor de ser desgarrada una vez más; luego
quiero amor, cariño y que me traten con fragilidad.
Los hombres me gustan y me
excitan impresionantemente, las mujeres me gustan y me excitan
impresionantemente, los gay, trans, lesbi, etc., me gustan y me excitan
impresionantemente, los niños y las niñas…también. Jamás dañaría a nadie, jamás
mataría la infancia de ningún niñx; no es necesario lastimar a nadie más.
La verdad final es que quiero
enamorarme de nuevo, más no del hombre que él espera; quiero enamorarme sin
más, de cualquier persona a la que pueda mirar a los ojos sin miedo, aceptando
cualquier preferencia sexual que tenga, quiero tener una pareja sin preocuparme
de qué dirá él, de si está de acuerdo o no, quiero ser libre de expresar mi
polimorfa sexualidad; de que no me juzgue ni él ni nadie, pero sobre todo él. Quiero
atreverme a decirle a la mujer que me gusta qué ha hecho para ser tan natural,
tan espontánea, tan libre, tan inalcanzable…quiero dejar de soñar con ella a mi
lado y realmente despertar a su lado, sonriente, tranquila, amando su sonrisa
matutina y su pelo revuelto al despertar.
Más no me atrevo, porque mis
cadenas son una burla para su inapreciable libertad, porque desde mi guarida la
observo y me deleita, luego debo volver a mi cueva asexuada para no tener que
dar explicaciones.
Todo esto es una bomba, papá, y
yo no te quiero matar. Sigo vigilando el tiempo que le queda, sigo esperando
encontrar una manera de desarmarla, desprogramar el reloj, encontrar los cables
que evitan la explosión. Mientras tanto, en mi agenda sigue escrito con
manuscrita: “hablar con papá”.
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