Lo inmutable

No sé escribir más de una cuartilla por relato. Y es que la vida es corta, las emociones también, los relatos por tanto deben serlo aún más. No imagino que querría hacer una historia extendida más allá de su final, y el final no puede ser otro que el que marca la última línea de la hoja, enmarcado así no se corre el riesgo de que un personaje se escape, fugándose incluso más allá del papel mismo, ¿qué haría yo teniendo que correr tras él?

Mas aún, ¿qué haría yo si más de uno decidiera seguir al fugado? Ya imagino el desborde de letras cayendo y corriendo, tinta y papel desprendidos de su unión, esa unión que nos es tan natural, que parece irrompible, incorruptible pero yo no me dejo engañar, lo que une papel y tinta no es nada.
Ya antes he visto quererse escapar escurriéndose la tinta bajo la excusa de la humedad, en especial las lágrimas son excelentes conductoras de letras en fuga, y por supuesto que más de un personaje ha querido asirse, pegándose, aferrándose con el mayor anhelo posible a esa palabra que escapa por muy lejano que esté en relación a la misma, robándola incluso del discurso de algún otro personaje. Yo me aferro entonces en enmarcarlos a todos, la historia primero, una cuartilla es lo justo, y para la humedad encontré la mejor solución: digitalizar las ideas. Las lágrimas no pueden ser vehículo de lo que no está sobre papel.

Más la angustia me llena de nuevo de dudas que saltan y saltan por mi pensamiento. Pasa que las letras ya no se escapan, pero ahora se rebelan, borrándose, y es que no contemplé que siempre encuentran una opción de salida, de escape, de fuga…ahora se borran, yo escribo y escribo, más nada se guarda. Digitalizar las ideas tiene también su riesgo. ¿Será la forma en que pretenden que vuelva al papel? Me defiendo atacando las posibilidades de fuga por todos lados, si ellas, esas letras fugitivas se niegan a permanecer en mi hoja digital, y pretenden escapar del marco de mi hoja de papel, opto por romper, fracturo la hoja en un intento de engaño, si ellas no saben en donde termina la hoja, si ellas no saben cuál de los puntos será el final, qué palabra sostendrá por último la historia toda, entonces tampoco saben en qué momento huir, de qué palabra colgarse para escurrirse y escabullir.


El sufrimiento es mutuo, sólo por ello lo soporto bien, mi angustia por tener que cortar la hoja, por no poder encuadrar la historia bien, por mi duda constante de que siempre encontrarán la forma, se equilibra ante su desesperado y fallido intento constante de escapar. Las imagino, a cada letra, a cada palabra, cada punto, cada coma, aterradas, amagadas y luego los personajes escondidos, uno detrás de aquél tilde, otro debajo de los puntos suspensivos, uno más allá a lo lejos detrás de esa colina que apenas oculta esa nube gris…todos nos observamos cuidadosamente, vigilantes, acechantes.

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