¿Dónde estás?

Me conoces. Sabes cómo soy y cómo pienso, sabes qué me atrevo a decir y qué no, conoces mis debilidades y mis fortalezas, me conoces, sabes muy bien quién soy yo. Te dejó de sorprender la manera en que caigo al fondo y emerjo de nuevo, te acostumbraste a verme feliz o triste, a escuchar mi silencio, a leer mis miradas, a desnudar mi sonrisa.

Dejaste de sentir miedo al verme descontrolada, dejaste de sentir dolor cuando me veías derrumbada, te enfrascaste en ti, te metiste muy dentro de tu interior y te olvidaste, me borraste de tu mente, dejé de ser y sólo me aparecía de vez en cuando en tu mirada cuando necesitabas un consuelo, un apoyo, un oído y una palabra de aliento.

Me fui convirtiendo en tus piernas cuando ya no querías caminar, y aunque sigo siendo para ti, me perdiste, y te perdí también. Me conoces y aún así ya no puedes ofrecerme nada, nada que no encuentre yo en otra parte, se extravió en el vacio esa comunicación profunda que un tiempo caracterizo nuestra relación, se acabó la apertura que me dabas, te perdí la confianza o quizá perdí la esperanza de que un día volvieras tus ojos hacia mí y estuvieran claros, y me vieras a mí, a Alma, el Alma que conoces…

Ya no me abrazas cuando me ves después de un largo tiempo de ausencia, no hay una sonrisa en tus labios para mí, tus ojos no mantienen la mirada en los míos, y cuando intento hablarte de mí en un minuto le das un giro e inevitablemente de nuevo el centro eres tú, que si estás bien o mal, que si tu trabajo ya te fastidió, que necesitas que hable con ella, que te diga que debes hacer, que ella te tiene mal, que ella y solo ella… y todo ella.

¿Qué soy entonces? Un espejo donde sólo tu reflejo puedes ver, un anemómetro para ver a donde te dirige el viento; y yo quedo anulada, cuando te necesito no te encuentro, sigues perdido en tu interior, nadando en aguas profundas… en cambio yo siempre estoy para ti.

Te necesito ahora y ni siquiera sé ya como acercarme, como llamarte, como pedirte que estés aquí. Aún temo tus reacciones y al menor signo de explosión me paralizo como de niña, por más racional que pretenda ser, por más que intentemos hablar como personas maduras, como adultos llevas la de ganar y tienes la ventaja, en tus palabras podrás pisotearme u ofrecerme tu mano, pero yo ya no sé como acercarme.

Me has dejado sola desde hace cinco o seis años y aunque mi vida ha salido bien, bueno sigo a flote, te he necesitado y no has estado, te he buscado y al encontrarte das la media vuelta dejándome con tu presencia desvanecida; y mi grito de auxilio se ahoga entre tu indiferencia e incapacidad de salir de ti.

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