Confesiones III
Las yemas de sus dedos recorrían
esa cicatriz una y otra vez; ambos yacían recostados, cubiertos apenas los
sexos por una sábana blanca. Ella abrazaba con su cadera y la pierna derecha el
cuerpo de ese hombre, quien a su vez recibía en el brazo derecho el peso de la
cabeza de ella.
Alicia tenía una sonrisa fugaz en
el rostro, ajena por completo al movimiento continuo de las yemas de sus dedos,
sin poder dejar de recorrer la forma de esa cicatriz en la ceja izquierda de
Alejandro, inconscientemente se movió un poco y recostó la cabeza en su pecho
olvidándose por unos segundos de seguir acariciando esa cicatriz. –Me gustas
–le dijo casi en silencio y por respuesta escuchó un “gracias”, eso fue
suficiente para devolverla a la realidad, esbozó una sonrisa y se fue separando
de ese cuerpo desnudo que tanto le gustaba.
¿A dónde vas? –Preguntaba
Alejandro mientras ella se ponía una de sus playeras para cubrir su desnudez,
bien podía parecer un camisón de noche pues para su corta estatura, la playera
de Alejandro le cubría por completo las nalgas; -No voy a ningún lado. ¿Entonces por qué te vistes?. Me ha dado frío.
Sin embargo acabando la frase ya
había salido de la habitación y entrado al cuarto de baño. Se observó largos
minutos en el espejo redondo colocado simétricamente encima del lavabo de
manos; pero no se veía a sí misma. Sus ojos atravesaban el espejo un metro más
allá, su piel temblaba en una agitación poco usual, muy parecida a la que había
experimentado por primera vez hace casi diez años atrás. Su cuerpo y su mente
iban reconociendo esa sensación. Su rostro era frío frente al espejo, sus ojos
se oscurecían detrás de esa mirada peculiar.
De pronto volvió a sonreír al
tiempo que bajaba el rostro, se levantaba la camisa y palpaba sus senos con
gran satisfacción. Al salir del baño se dirigió a la cocina. Alejandro escuchó
sus pasos y el ruido del agua al ser servida en un vaso. Él siguió recostado
boca arriba, esperando, con los brazos bajo la cabeza y una mirada orgullosa,
del que sabe que su mujer regresará a pedir un poco más…de amor. Estuvo atento
al sonido de los pasos leves de Alicia, pues no quería que cuando entrara al
cuarto lo descubriera con esa mirada; sabía que ella también era orgullosa… así
que en cuanto la escuchó cerca, puso su mirada melancólica, esa que tanto la
enamoraba, la que la hacía quererlo besar tiernamente, acurrucada en su cuerpo
y luego lentamente pasar a su sexo y lamerlo; no obstante las cosas no
sucedieron así.
Alicia entró con esa mirada
atrevida, retadora, implacable. Esa mirada que decía claramente que estaba
dispuesta a dominar en todo momento. Apenas cerró la puerta tras de sí dejando
el vaso (vacío) en el suelo, se deshizo de la playera quedando completamente
expuesta a la mirada sorprendida de Alejandro; ella seguía mirándolo,
retándolo; acerco su cuerpo para quedar contra la puerta, abrió las piernas y
orinó de pie en el vaso que había dejado en el suelo entre sus piernas; todo
esto sin desviar la mirada de los ojos de Alejandro, luego se giró sobre su
propio eje, sus pezones se endurecieron al roce del contacto frío de la puerta;
subió sus brazos con las palmas sobre la puerta esperó…
La erección de Alejandro comenzó
desde el momento en que los ojos de Alicia
se vistieron de reto, creció notablemente mientras ella orinaba descaradamente
sobre el vaso y justo ahora que sus nalgas eran expuestas ante él. Alejandro
dudó unas milésimas de segundo, estaba tremendamente excitado, minutos antes
había planeado dejarse querer, saborear la delicia de sentirse deseado y ahora
ella le había dado la vuelta, y era él quién no podía contener su deseo, quería
poseerla salvajemente, dominarla, doblegarla, lastimarla, pero sabía que
llevaba las de perder. Se levantó despacio de la cama, sintiendo cómo su
miembro palpitaba de excitación. Alicia seguía inmóvil, mientras Alejandro se
iba colocando detrás de ella, sus manos se entrelazaron con las de Alicia y
esperó unos segundos para que ella sintiera la enorme erección de su miembro
colocándolo justo entre sus nalgas y su sexo, sin moverse, dejando que el calor
de ambos genitales se reconocieran.
Luego fue haciendo camino con su
aliento sobre la piel de Alicia: brazos, cuello, línea de la espalda,
piernas…las manos de Alejandro no tocaban, no se atrevían ni a rozar la piel de
esa mujer, lo mismo pasaba con la lengua, sólo permitía que su aliento
recorriera cada parte, pretendía provocar el deseo de esta manera para poder
dominarla como deseaba; pero al llegar a la entrepierna Alicia giró sobre su
pierna izquierda, atrapando el rostro de Alejandro entre su sexo, con una mano
le tomó del cabello sin permitirle iniciar el cunnilingus, lo obligó a
levantarse y lo colocó contra la puerta dejando expuesto su redondo trasero.
Todo fue muy rápido. Alicia tenía
entrenamiento en artes marciales y fácilmente podría haber doblegado a su
hombre, pero sólo invirtió las posiciones. Luego acercó sus pechos a la espalda
de Alejandro, sintió como toda la piel de él se volvía chinita al contacto con
la suavidad de los pezones. Susurró cerca de su cuello “no te muevas” y al
instante introdujo hábil y rápidamente el dedo medio de su mano izquierda en el
ano de Alejandro, mientras que la otra mano se encargaba de hacer un camino de
sangre bajo las uñas desde el hombro derecho hasta la espalda baja…sonrío
sádicamente al escuchar el quejido de dolor, la respiración agitada de
Alejandro y su intento fallido por impedir que otro par de dedos exploraran su
cálido y apretado trasero.
-Rojo, rojo, rojo –decía
desesperadamente Alejandro golpeando la puerta con una mano. Ella río irónicamente
y se detuvo un instante, “no seas nena” dijo, sabiendo que provocaría gran
enojo en él y aprovechando para introducir el cuarto dedo de golpe. -Aawww,
gmmmm, basta, detente…usa lubricante por favor…tranquila.-
Tal parecía que Alicia le había
leído las intenciones y estaba actuando justo lo que Alejandro quería hacer con
ella, sólo que todo se había invertido y su lastimera posición de dominado no
le agradaba tanto, aunque seguía muy excitado y su erección, a pesar del dolor
provocado, había aumentado en vez de disminuir.
Ella, escurría lubricante natural
de su vagina cada vez más húmeda, caliente y dispuesta; sacó abruptamente los
dedos del ano de Alejandro, provocando otro tanto de dolor al hacerlo así. Se retiró
rápidamente sentándose sobre la cama con las piernas abiertas, todo su cuerpo
estaba envuelto con la mirada cínica y retadora de quien lleva la delantera.
Alejandro arremetió sintiéndose libre, la tomó del pelo e introdujo su miembro
en la boca de Alicia cual si la penetrara intensamente, ella resistía sin
emitir quejido alguno y tratando de mantener los ojos en el rostro de él,
disfrutaba la furia que reflejaban sus expresiones, de pronto la mirada de
Alicia cambió de nuevo, “estás por perder de nuevo” decían sus ojos; tomó entre
su puño los testículos de Alejandro, apretó y apretó hasta que el rostro de él
se puso completamente rojo.
Alejandro no pudo hacer más que
soltarle el cabello y sacar su miembro de la boca de Alicia, entonces ella dejó
de apretar y pasó a las caricias suaves, casi tiernas. Besó primero sus pies,
subió acariciando el frente de las piernas y pasando su cuerpo entre ambas
piernas para quedar sentada con el rostro hacia sus nalgas. Lamió el pliegue
donde finalizan las nalgas e inician las piernas, su lengua recorrió suave y
delicada la piel de la ingle; luego con más firmeza pasó a juguetear entre los testículos
y el comienzo del ano… aaaaay, aaaah
mujer me vuelves loco, ¿qué buscas? Sólo…quiero matarte. Si me dejas penetrarte
salvajemente lo lograrás. Hazlo, soy tuya, hazme lo que quieras.
Alejandro la levanta del piso,
para su cuerpo robusto y fuerte no es difícil, la sube montándola en su cadera
y de golpe la penetra, Alicia se muerde el labio para no gritar…no importa que
tan lubricada esté, su vagina es estrecha y Alejandro tiene un miembro bastante
grueso, sin considerar que alcanzó su máxima erección. Él lo sabe, sabe que le
duele y mucho, además en esa posición él puede llegar tan profundo como quiera
y Alicia está por completo a su merced, es él quien la sostiene, es él quien la
posee. Alejandro saca por completo su pene de esa estrecha vagina y
la penetra de nuevo hasta el fondo, Alicia ya no puede evitar un pequeño
quejido de dolor y encaja las uñas en los hombros de Alejandro, él le muerde el
cuello, ella le araña la espalda.
Me lastimas mucho, llora ella. Tranquila.
Y la arroja a la cama, la pone acostada boca abajo y le cierra las piernas
apretándolas entre sus rodillas, con sus manos coloca los brazos de Alicia
hacia la espalda y allí los detiene. Ella sabe qué sigue. Despacio, despacio. Ruega, casi suplica. Despacio Alex por favoooor, aaaaaah, mmmmm, nooo, aaayy, duele, duele…umm.
Alejandro mete y saca por completo su pene de la vagina de Alicia, con las
piernas cerradas y obligándola a apretar las embestidas por muy suaves resultan
dolorosas, y él acentúa el dolor entrando y saliendo por completo. Poco a poco
aumenta el ritmo, hasta que los quejidos dejan de ser de dolor, entonces suelta
los brazos de Alicia, quien se aferra a las sábanas, despacio va liberando la
presión de las piernas, así van pasando a la posición de perrito mientras ella
pide más, más fuerte, más dentro, más de Alejandro.
Los fluidos vaginales bañan el
cálido y duro pene de Alejandro. Aprovechando la posición y la excitación de
Alicia, él comienza a juguetear con los dedos en el ano de ella. Hazlo, le pide Alicia. ¿Así? Sí, así, sin lubricante. Introduce dos dedos en el ano de Alicia,
sin que haya respuesta de dolor, así que de inmediato saca su miembro de la
vagina y la penetra analmente, se detiene un momento una vez dentro, espera a
que Alicia esté lista y comienza a moverse despacio, suave apenas sacando un
par de centímetros su miembro. Ella no deja de gemir, comienza a acariciarse el
clítoris y en un instante llega al clímax quizá por quinta ocasión…pero un anal
siempre la deja exhausta, se tumba en la cama aun temblando, con medio cuerpo
hacia el piso, sus manos buscan algo debajo de la cama, lo encuentran.
Alejandro se acerca, quiere
recostarse sobre ella. Alicia gira bruscamente al tiempo que él cae sobre su
cuerpo con todo su peso, ella le sonríe, le besa los ojos, le acaricia el
rostro, le besa el cuello y susurra: “Te dije que te quería matar”
Un líquido tibio recorre la piel
del abdomen de Alicia. Una respiración forzada y cortada sale de la garganta de
Alejandro, hay un temblor en sus piernas, sus ojos están desconcertados, la
vida se va escapando de su mirada, una lágrima recorre su mejilla, intenta
moverse pero la herida es profunda.
-Tranquilo, tranquilo, llegará pronto. Te pareces tanto a él.
Alicia tiene puesta esa mirada
que atraviesa el espejo un metro más allá. El orgasmo sexual se multiplicó al
ver apagarse la luz de los ojos de Alejandro. No lo pudo evitar. Como hace casi
diez años atrás, y es que, se parecía tanto a él.
Comentarios
En fin, ¡besos!
Una de las razones de existir de las palabras es que nunca están de más y lo que las hace grandes no es mas que el atrevimiento que nace de nuestro corazón.
Es por eso que vuelvo a utilizar aquella que nace de mi, hacia ti, que no es más que GRACIAS por leerme.
Atreviéndome, te pediría que sigas regalándome tu palabras con la osadía y sabiduría que reflejas en tus textos, que tambien sigo.
Feliz año.
Besotes