Trilogía de un sueño
En la cama recostada sobre mi
costado izquierdo, tú de frente a mí, semirecostado, sobre tu codo. Descanso desnuda
ante ti, tú me miras.
De pronto tus manos rozan mi
pierna, yo no me muevo, intuyo hacia dónde vas; separo ligeramente una pierna
de la otra, tus labios besan mi rodilla y entonces me vuelvo de frente y mi
sexo queda expuesto a ti. Te miro e inmediatamente después cierro los ojos; no
quiero verte cuando tus dedos exploren mi vulva, ni cuando encuentres mi
clítoris y lo toques toscamente, no quiero verte cuando me penetres brusca y
tontamente con dos dedos y que mis ojos se encuentren con esos ojos tuyos tan
cínicos de lujuria, esperando la más mínima señal de placer mío para detenerte.
Incluso he ahogado un (silencio). Estoy triste porque sé a dónde vas y conozco
el final: gran cantidad de líquido blancuzco y pegajoso recorriendo mi
garganta, yo desnuda, tú vestido; después tu espalda, una puerta que se cierra
tras de ti y la luz que ahora se apaga.
Pero tus manos se detuvieron con
el beso en mi rodilla y ahora siento tu aliento muy cerca de mi boca. Abro los
ojos, encuentro tu rostro sonriente. -¿Qué pasa? –Nada
Me besas tiernamente los labios. Esto
y esto ya no están separados, me dices, al tiempo que señalas mi sexo y mis
labios. Entonces despierto con un suspiro profundo y tratando de contener el
llanto, evoco tu recuerdo congelando la imagen en mi memoria; tu sonrisa se
queda petrificada, parece así, una mueca burlona, cínica, respaldaba tras el
brillo malévolo de tus ojos grises.
Suspiro una vez más dejando libre
el recuerdo. Me levanto, no tiene sentido ya tratar de conciliar de nuevo el
sueño.
Me dueles E., me digo.
_______________________________________________
-¿Salimos hoy? –Sí claro.
Las 8:30pm y aún no llega, el
corazón empieza a revisar cada palabra, cada salida previa, cada mirada…analiza
todo en busca de señales, ¿qué pasa, qué está mal?
-Oye, ¿qué pasó, vendrás? –Ah, lo siento, de verdad olvidé que tengo
que ver a Laura y sus amigas, pero puedes venir si quieres, cenaremos en el
café del otro día, ¿qué dices, vienes? –No, creo que no, prefiero seguir sola.
La conversación termina mientras
una película de escenas mudas aparece frente a sus ojos muy abiertos, imagina
un grupo de mujeres todas riendo, todas felices, todas guapas y a él entre
todas ellas, riendo también y tomando de la mano a Laura. Ni siquiera la ha
visto una vez, pero se la imagina guapa e imponente.
De la casa ha dado un salto en el
tiempo y el espacio para encontrarse en un parque de diversiones, ve la Gran
Caída frente a sus ojos y piensa en estar con él allá arriba, quiere
comunicarle su sentir, sus ganas de la sensación más intensa que se atrevería a
probar en su vida. Son muchos metros hacia abajo, la caída, aunque también
subir tiene su mérito.
De la nada y en instantes, de la
misma manera que llegó ella al parque de diversiones, están ahora juntos
trepados en primera fila en el juego mecánico de altura, sólo piensan en bajar
de allí, la angustia se fue apoderando de ambos a mitad de elevación. Sin embargo
ella fue la del reto, él está allí debido a ella y por eso ella ante todo está
feliz. El inicio de la caída provoca náuseas en ambos y esto la despierta.
Abre los ojos infinitos de
tristeza, con un solo nombre en la comisura de los labios: Laura…
________________________________________
No quiero repetir historias, se dice una y otra vez, no quiero repetir historias. Lo invitó a
conocer su nuevo hogar, todo el día ha
pensado en ello, quiere tener todo en orden para que sea agradable a la vista
de él. Incluso regresó su gusto por las plantas y habla de temas de decoración
con las amigas.
Entran juntos. Ella nerviosa, él…
no lo sabemos. Al entrar nada está en orden. No hay muebles en esa casa, ni uno
solo, todo el piso está vacío. Quizá debiera sorprenderse pero en el sueño nada
es extraño, del aire saca unas colchas que extiende en la duela de la recámara
principal, se recuestan mirando un ventanal, a lo lejos un cerro, las nubes
grises y las gotas de lluvia que comienzan a empañar los cristales.
Ella abrazada a él. Él pasando su
mano sobre sus cabellos. No te vayas,
le dice. No puedo quedarme, responde.
Somos amigos, ¿cierto? Solo amigos. No puedo ofrecer nada más.
El sueño se congela, la misma
escena, una sola, dos cuerpos recostados sobre colchas en la duela de una
recámara principal, sin muebles, sin adornos…no es un hogar, sólo el deseo de
uno; no es una pareja, no es amor, es, simplemente, la ilusión de coincidencia.
Comentarios
Abrazos.