Alicia


Mirando a través de una rendija de la ventana estaba sola, suspirando, viajando en el tiempo con su mente infantil. El cielo estaba algo gris, el viento soplaba fuertemente y amenazaba una tormenta. Siempre soñaba poder cruzar esa puerta, dejar de ver a través de la rendija y sentir el aire golpear su rostro, que la luz cegara sus ojos.


Escuchó ruidos, unos pasitos presurosos que bajaban la escalera, se arrastró a la esquina más oscura del cuarto y permaneció quieta bajando el sonido de su respiración, se concentró en el latido de su corazón y se cubrió la cara con las manos.


Un hombre de 1.80m de estatura, robusto, de pelo ralo negro, barba abundante y brazos fuertes; vestido de pantalones de cuero negro ajustados y un chaleco abierto, no llevaba playera y en el pecho se podía distinguir un alcón tatuado, en pleno vuelo, abrio la puerta de golpe, afuera no se veía más que las escaleras, el hombre llevaba una canasta con comida, algo de pan, leche, fruta y algunos dulces. Recorrio el cuarto con la mirada, no había lámpara y la única luz que entraba al cuarto provenía de aquella rendija de la ventana, al fin posó sus ojos en la niña que seguía en la esquina en posición fetal y cubriéndose toda la cara.


Se acercó despacio y colocó la canasta frente a ella, se quedó un rato mirándola, pero como siempre ella no destapó su cara. Se fue. El sonido de sus pasos se perdió al final de la escalera. El silencio volvió a reinar la habitación y ella se destapó el rostro, urgó en la canasta y devoró una dona de chocolate, tomo un poco de leche y mordisqueo una manzana.


Después se volvió a arrastras hacia la rendija de la ventana, hasta donde la cadena atada a su tobillo derecho se lo permitía. El cuarto estaba vacío a excepción de una cama de tablas sin colchón, con un par de cobijas encima, una pequeña muñeca de pelo trenzado y rubio a la cual le habían sacado los ojos y la boca estaba tachoneada, no tenía piernas ni vestido. Era el retrato inerte de Alicia; ella misma le había trenzado el pelo y cortado las piernas, le había tachado la boca y desgarrado el vestido.


Un símbolo de su vida, no tenía piernas porque Alicia estaba atada con una cadena a ese piso, no tenía boca, porque Alicia estaba silenciada, enclaustrada en ese cuarto donde el único contacto con el mundo equivalía a esa rendija en la ventana así que tampoco podía tener ojos, Alicia no podía ver más que la luz del sol y la luna atravesando esa rendija.

Comentarios

Eternauta ha dicho que…
Hola. Pues gracias por leerme, de principio a fin. No sé que decirte, cuando uno publica un blog debe simplemente leer los comentarios que le dejen y ya; éso que lles es mi vida, la vida de otros, lo que me imagino, lo que oigo en el camión; un poco de todo y de nada, nada mas son ganas de escribir y ya...Continuaré leyéndote, y de nueva cuenta gracias por tomarme en serio. Un saludo.
aapayés ha dicho que…
me fascina la ternura de tu escrito excelente, en esa rendija me infiltro para leerte..

besos
saludos fraternos con mucho cariño
un abrazo inmenso
aapayés ha dicho que…
Mew gusta tu manera de escribir, me dejas desde el inicio con el deseo de continuar hasta devorarme todo el contenido..

excelente luz luna de sus ojos.. que apenas suelen mirar el alma


saludos fraternos con mucho cariño y aprecio
te dejo mi abrazo inmenso

que tengas un día maravilloso
Muy bueno el relato!!! Me ha gustado mucho!!!

Besos rojos,
HR.
Lunna ha dicho que…
Texto lleno de tristeza, pero algunas veces tan real que nos sentimos como Alicia solos, enclaustrados, vemos por una rendija todo lo que nos rodea, sin darnos cuenta que fuera existe otra vida distinta.

Besos.

Lunna.
suspiros ha dicho que…
Eternauta: bienvenida

Adolfo Payes: tu visita siempre deja algo de poesía en mi alma. luz luna de sus ojos...

Lunna: la realidad siempre es más cruel y desgarradora que cualquier historia de ficción.

Habitaciones Rojas: gracias por tu visita, es un placer leerte. Abrazos
Desvanecerse ha dicho que…
Nos enjaulamos de los inmateriales sueños, dejándonos arrastrar fuera de cualquier realidad.
A veces en el laberinto se encuentra la salida.
Besotes

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