A veces también te busco en las letras de
otros, sigo tu rastro en su historia, anhelo ver tu “nombre” escrito en un
muro, un párrafo, un comentario…pero no quiero escuchar que te mencionen, no
quiero escuchar tu nombre legal en ninguna plática entre profesionales, ningún
comentario entre morbosos y asombrados.
Quiero encontrarte en ese mundo que era tuyo,
un mundo de letras, historias, cuentos, ficción y fantasía; ese mundo que me
abrió la puerta a tu alma, el único en el que podíamos sobrevivir y a través
del cual se fue entretejiendo nuestra historia. Tu mundo literario que me
sedujo en versos hasta enamorarme, que me provocó el deseo de despertar mi
ansiedad por descubrir tu piel, que me aterraba en el vacío y soledad de tus
historias que al mismo tiempo me inundaban de nostalgia abrasadora acompañando
a mis dolores, mis temores y mi propia soledad.
Fuimos amantes en versos, cómplices furtivos de
la realidad, derrochadores de letras y melancolía. Fugitivos del tiempo y los
títulos, no pudimos evitar caer en la norma social, para proteger ese mundo,
nuestro mundo; no obstante fallamos, creímos ingenuos que el disfraz bastaba
para acallar las voces, pero las voces gritan y en nuestro silencio han vencido
a la vida y de ese mundo sólo quedan cuentos truncos, sin punto y coma, sin
suspensivos y sin punto final.
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