Noviembre



I

Hojas secas alfombrando un camino de tierra, alrededor los árboles, bordeando elegantemente el sendero, un viento suave que combina perfecto con el crujir de las hojas al ser pisadas por mi caminar. Estoy sola, mis brazos se abren intentando sentir el aire, mi compañero está aquí…allí.

En silencio mi alma se comunica con los árboles y las hojas secas, con el viento, con la corteza de los troncos; áspera piel que cubre la vida. El sendero no tiene fin, ni principio, no hay delante ni detrás; aunque camino no sé si avanzo pues alrededor no hay cambio alguno, no parece haber movimiento, sólo una larga hilera de árboles todos iguales, no puedo ver las copas, parecen enormes troncos infinitos hacia el cielo, creo…encima debe haber un cielo azul, no lo sé.

Ni siquiera soy capaz de mover la cabeza, sólo me dirijo hacia el frente (lo que supongo es el frente) ¿Hace frío, hace calor? No hay clima, sólo existe el viento suave, hojas secas y grandes árboles sin copas, que no obstante impiden ver el cielo azul allá arriba, porque, es azul ¿cierto?

El sendero amarillo de hojas secas, amarillo y crujiente, suave viento debajo de mis pies, áspera corteza cubriendo a la vida, ¿a dónde se me fue el futuro? ¿Dónde me dejó el pasado? ¿En qué momento me abandonó el destino?

Mi mano derecha se cierra…quizá debajo, debajo de la corteza siga estando, tu vida, mi vida.

II

Un eco de voces llega a mí, mil sonidos distintos de palabras que a lo lejos se pronuncian como si le gritaran al viento, porque a nadie veo, nadie está aquí y sin embargo hablan, todos al unísono pero con la cualidad de poder escuchar a cada voz por separado. Me siento flotar, como arrullada en el viento por el eco de las voces.

Más no es su voz, esa se ha silenciado desde hace mucho tiempo. ¿Qué se sentirá escucharte de nuevo? ¿Cómo latirá mi corazón si percibiera de nuevo tu aroma? ¿Sigue siendo tu piel tan suave y blanca? Pregunto pero mi voz no se escucha, el eco de todas las voces me apaga, yo no tengo sonido y tú no podrás jamás escucharme… ¿a dónde, corazón, te has ido?

Quiero apagar el sonido, que el silencio vuelva a mí en un abrazo tibio…y vuelve, las voces se apagan de pronto, no hay ruido y dejo de flotar en el viento cayendo lento sobre la manta de hojas secas, pero ni al roce de mi cuerpo emiten sonido alguno. El silencio preciado me envuelve en mil caricias tibias y me arrulla, el llanto cubre mi rostro, al fin, la tristeza vuelve a mi cuerpo permitiéndome sentirme viva –un poco- a medias.

Parece tu ausencia un bloque de cemento pesado que cargo sobre los hombros cubriendo mi espalda entera. Mis alas de mariposa azul se opacan, pierden no sólo el brillo sino sobre todo la fuerza, estoy indefensa, sola y rota; vuelvo a ser oruga y ya sólo espero, quizá cuando Noviembre vuelva a ser Marzo, yo emerja de nuevo como mariposa y vuele libre, sin peso…buscando siempre tu encuentro.
 
III

¿Y por qué no? Ya noviembre roza su final, ¿y por qué no dejarme sentir? 

¿Y qué? Si te busco y quizá te siga buscando toda la eternidad, ¿qué? ¿Qué pasa si de pronto decido no moverme? ¿O si me muevo, qué? 

¿Si estarás en ti, en nada o en todo, qué? ¿Y si el humo hoy inunda de nuevo mis pulmones, qué? Sí…si me quito las cadenas, ¿qué? Si con eso me ato más, ¿qué?

¿Por qué no? Por qué mi afán de salir huyendo, ¿de ti? Qué absurdo, me parece que la vida es quien me persigue, y sí, yo huyo, salgo corriendo cual si fuera la muerte quien me pisara los talones… ¿qué demonios es lo que respiro cuando no lo hago?

Anoche observé mi cuerpo desnuda frente al espejo, me fui quitando prenda por prenda y no me hallé. Había un espacio que separaba mi piel de la piel que el espejo me mostraba y justo allí no estaba yo, me recosté entonces para saber si mis manos me reconocían y no, tampoco estuve allí…pero esos ojos que aunque cerraba seguían abiertos no cesaban de ver esa extrañeza que sentían mis dedos.

Después de tres cigarrillos ya siento náusea, ¿pero de qué? Recuerdo cómo hacías ovillos con el humo de tu cigarrillo cuando fumabas, ahora creo que con cada uno te dibujabas en el aire. Yo no sé hacer ovillos con el humo, pero disfruto cómo éste se mete a mis poros y pone erectos mis pezones, cómo parece que me voy del mundo a la tercer inhalada de ese veneno, entonces sólo estoy conmigo, esos momentos donde estoy sin estar y por eso siempre son a solas, no disfruto nunca tanto un cigarro que a la tercer bocanada, y jamás si estoy con otros pues ellos me obligan a estar presente, ¿dónde queda mi libertad si no estoy sola?

Pero ya noviembre está por terminar y sin embargo yo me quedaré, vendrá diciembre, enero, febrero, marzo y aquí seguiré, buscando siempre... ¿qué? Tal vez no lo sepa nunca.

                              IV

Recalibrando mi brújula al andar,

Nunca tan certero el camino que cuando perdí mis pasos al pasar.

Se acaba de nuevo noviembre está vez no escuché las hojas secas bajo mis pies, no cayó el silencio abrumador sobre mis voces, no corrí descalza tras el viento, no abrace el dolor ni el sufrimiento.

Hubo un riachuelo, una brisa, un viento fresco, hubo un sol sobre mi cabeza, hubo alegrías y esperanzas frescas.

Ya no te buscó el frío en mi cuerpo, no hubo lágrimas secas ni nostalgias. Abrace a tu madre, abracé a tu padre, le sonreí a tu foto al visitar tu casa, una nueva, la vieja quedó lejana, congelada en un pestañeo y un par de cámaras.

Adiós noviembre.





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