¿Y si fingimos mejor?


Imagina que puedes tener una revancha, que la coincidencia nos lleva a una segunda oportunidad, ¿qué harías esta vez? ¿Tendrías el valor de mirarme a los ojos?

Quiero retarte: finjamos mejor, actuemos en un escenario donde haya una pizca de pasión, dejemos a un lado el ritual del miedo para poder ser libres de hablar, de pedir, de dar, de sentir…
Mira que el cuerpo sabe moverse, pero si lo atamos a secuencias mecánicas se vuelve inflexible, poco sensible, casi invisible y, ¿cómo lo permitimos? ¿No era el cuerpo al que queríamos sentir? ¿Acaso no era el desenfreno y la pasión la que nos guiaba, la que marcó el camino? ¿Qué no estuvo siempre presente la fantasía erótica, el goce mismo al imaginar ‘sentir’ cada centímetro de piel del otro en contacto con la propia?

¿Por qué limitar al cuerpo a sensaciones parciales? No confundas la pasión con la entrega emocional, no creas estúpidamente que la descarga tensional es sinónimo de orgasmo, no cierres la puerta del lenguaje verbal que será a fin de cuentas el camino que lleva a la puerta del erotismo; atrévete a sentir completo, a permitir que tus poros se abran al roce de mis dedos, que tus labios conozcan el sabor de cada zona de mi cuerpo, que mis uñas se lleven de recuerdo un poco de tu piel; que mis ojos y tus ojos, conozcan los sutiles cambios en nuestros rostros antes, durante y después…


¡Vamos! Finjamos mejor esta vez. Yo pongo el escenario, tú crea la fantasía, asumiré la pasión si no te asusta la entrega; pero falta el tiempo…el límite eres tú.


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