Quizá, Mayo tenga mucho que decir

No recuerdo un mayo más lluvioso que éste, quizá es porque en realidad no recuerdo ningún mayo, así como no recuerdo mucho del día de ayer ni de la semana pasada. Pero puedo contarles que hoy viajé de noche, el último tramo de la carretera rumbo a mi destino estaba con el asfalto mojado, las luces de los carros que conducían hacia el otro sentido apenas se veían a través del vapor del agua que levantaban las llantas rodando a gran velocidad, al frente una neblina de agua subiendo que no cayendo, provocaba imágenes fantasmales de los otros vehículos, como si flotaran en vez de rodar.

En el auto una música de fondo se perdía con el golpeteo de gotas sobre el parabrisas…al ser mi primera vez conduciendo en esas condiciones climáticas no rebasaba los 110 km/h, de modo que mis sentidos pudieron todos disfrutar del viaje, casi percibía el frío de la lluvia mojando mi piel.

Luego llegué a casa y el viaje fue más corto de lo que hubiese deseado. En la ciudad llovía con mayor intensidad, me cubrí la cabeza con un suéter al bajar del auto y por única ocasión pude abrir la puerta de casa a la primera. Aventé mi bolso al sofá y busqué algo que pudiera cubrirme un poco más de la lluvia, a pesar de que mi cuerpo quería sentirse mojado bajo ese torrencial, el sentido común me indicaba que llevaba ya más de quince días con una tos de perro que podría empeorar, así sin pensarlo mucho encontré ese impermeable color vino que era tuyo.

Salí al carro por el resto del equipaje, no me detuve a pensar en nada, aunque recordé que era tu impermeable y una sensación de calor me invadió el cuerpo, pero no le dediqué mayor tiempo. Preparé la cena lo más eficientemente que pude, busqué algo para distraerme mientras cenaba, lo hago siempre desde hace un tiempo; elección o coincidencia…”Todo lo que tú quieras” una película española que me hizo llorar en más de una escena.

De pronto me vi rememorando el día. Todo el día perdido. De verdad, hoy no hice nada productivo. Primero luche por despegarme el pedazo de sábana que se adhería a mis piernas sin permitirles levantarse de la cama en la mañana, en seguida decidí que ya iba siendo tiempo de eliminar esa tos de perro de mi sistema, así que elegí acudir al eficientísimo sistema de seguridad social que paga mi trabajo. Quizá llevara aún un poco de sábana adherida al cuerpo, de otra manera no entiendo todo lo que pasó después; sin saberlo querido acudí a mi trabajo para avisar que estaba indispuesta y debía acudir a mi clínica para un tratamiento adecuado, como realmente me veía y escuchaba fatal no tuvieron reparo en que me marchara tranquila, a fin de cuentas llevaba un justificante médico.

Así regresé a casa por un cambio de ropa y un montón de copias que respaldan mi expediente médico, luego marché rumbo a esa ciudad que tanto amo. Mi cuerpo me llevó, que no mi mente. Dormí tres horas y esperé sentada fuera del consultorio de mi médico especialista alrededor de cuatro horas más, sólo para darme cuenta que al final del día mi garganta se encontraba mucho mejor que en la mañana. ¿Realmente qué hacía allí, por qué de pronto estaba perdiendo todo mi día para estar allá?

Tal vez todo vaya más atrás. Un prólogo que tiene fecha del 14 de mayo del 2012. Una hospitalización con fecha del 19 de mayo del 2011. Un 10 de mayo del 2011. Un 24 de mayo de 2010…un mayo de un año aún desconocido. Un mes, varios días, varios años. Una sola memoria…el cuerpo no olvida, por más que la mente le ordene. Quizá, Mayo tenga mucho qué decir.


27 de mayo de 2014

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