Mirando a los ojos



¿Por qué sigo aquí? Este cuarto es muy oscuro. ¿Aun existe la luz? Sé que no estoy respondiendo las preguntas correctas. Es una respuesta o es una pregunta. Buscar es el verbo, más no la acción. Petrificada deja de ser sustantivo en mi movimiento. Una isla de calma…aquí el viento tampoco respira.

No sabes dónde encontrarme pero yo sé bien dónde estoy parada (flotando), suspendida sería lo correcto. Miro al abismo directo a los ojos y me tiende sus brazos. ¿Qué haces Cassandra parada sobre el filo de un cuchillo? La sangre fresca no es tuya y la seca parece parte de la decoración de la esfera. Si ahora mismo extendieras tus brazos no me sorprendería más que ver mi cabeza parloteando bajo mis pies. Negro, rosa, carmesí y el silencio es ensordecedor.

Sólo dentro encuentras honestidad. Las ventanas están veladas por cortinas de mentiras piadosas y dolosas, la puerta tiene un cerrojo de cuatro candado, fuera cuelga el letroro: “ABIERTO. PASE UD”. No entres. No salgas. Los espejos se extinguieron décadas atrás, la única mirada que se acepta es la que vuelca los ojos hacia dentro, donde no hay luz ni palabras, ni sed ni deseo, donde no se escucha ninguna vibración que intuya vida, el único lugar donde se Es, en vez de Estar o Hacer.

Esa puerta conduce afuera, pero la solución está dentro. Siente la lava quemar tus entrañas, nada es más purificante que el fuego. Mira la nada en esencia, abraza el vacío y respira, respira el oxígeno que no existe.

Dime Cassandra, ¿qué te sostiene? ¿Por qué conservas la ilusión de los sentidos físicos que aquí no existen? No hay voz, no hay cuerpo, no hay alma, ¿Qué eres, Cassandra, en el abismo?


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