En tu cumpleaños





Largas hora de espera viendo el celular, pensando que tal vez no llegaría a verlo esa noche, porque después de todo ¿yo quién era para él? ¿Qué lugar en su mundo tenía mi insignificante presencia? Cuando lo daba por perdido apareció, un tanto inquieto, más activo que de costumbre parecía cargado de alguna extraña excitación. Me vi de nuevo diciendo sí. No importo mucho que días antes me hubiera sentido enfurecida, que mi pecho doliera de pensar, sólo pensarme como “la otra” y jurarme jamás permitir que eso ocurriera.

No obstante él estaba allí “muy bien vestido e inquieto”. Finalmente se había aparecido, tres horas más tarde de lo quedado y yo hacía todo lo demás a un lado, olvidaba el retraso, olvidaba el enojo de días pasados, olvidaba de dónde venía y el motivo de llegar tarde…

¿Cuál es el plan? –pregunté tranquila. Curiosamente me sentía en paz, serena, una calma que contrastaba notoriamente con su excitación. –Pues no sé, aún podemos ver a los muchachos, si nos vamos ahora. –Ok. Vámonos. 

Luego lo típico: pagar las bebidas. Traes me prestas, te lo pago luego. Sí ya que. ¿Los llevamos? ¿A dónde van? Ok, perfecto. El camino que se hizo largo. Despedidas. La llegada. Saludos. Pagar más bebidas. El patio. Las risas y chascarrillos. La cajetilla de cigarros que se termina. Yo traigo, ¿quieren? Risas, humo y alcohol; pedradas verbales para todos lados. ¿Nos vamos? Todos empiezan con sueño. Vámonos pues. Esperar. El taxi que llega. Llegar. La noche, el cuarto, la luz que se apaga, una puerta que se abre y se cierra enseguida.

Alguien que no está pero sus ojos se esconden tras la oscuridad. Él no se fue, allí siguió y luego todo fue pasando. No quiero, ya vete. ¿No quieres? Y su lengua recorriendo mi cuello. Ya basta, dije que no quiero, ya vete. ¿En serio no quieres? ¿Estás segura? Y sus manos estrujando mis pechos. Aaaay, ya basta. ¿Segura? Y sus labios mordiendo mis labios. Mmmm, no ya no por favor, aaaaah detenten. Y su mano llevando las mías hasta su miembro erecto. ¡No, que no quiero! Pero sus dedos acariciaban mis pezones y ya no pude más. Su lengua emanaba un calor exquisito, me excitaba recorriéndome del cuello a mis pechos y luego a mis labios sin parar, introducía su lengua en mi oído provocándome aún más. Mi clítoris empezaba a latir y el calor entre mis piernas quemaba. El calor que emanaba su miembro era un imán para mi sexo. Era como si nuestros cuerpos supieran exactamente el lenguaje del otro. Ya no sirvieron de nada mis intentos de detenerlo, mi cuerpo lo pedía, su cuerpo lo exigía y mi mente cedió al deseo.

Uno…dos…tres…cuatro empellones de su miembro ardiente en mi cálido y húmedo sexo. Luego lo retiraba haciéndome sufrir, quería escucharme pedirle que me penetrara más, que me tomara toda ya, mis Nooo, ahora eran una súplica porque no se detuviera y él al contrario, se detenía cada vez más. Uno…dos…tres intentos más y… ¡No! ¿ya terminaste verdad? ¡Odio cuando haces esto!

Todo esto pasó... y en tu cumpleaños… espero puedas perdonarme, porque  ay algo más, aún no me llega la regla. Lo siento amor, de verdad lo siento. Yo no quería, pero sus manos, pero sus besos…Lo siento amor. PERDÓNAME.

Comentarios

Kaban ha dicho que…
Mujer, perdónate.
¿Por qué negar lo que quieres, lo que sientes, lo que deseas, lo que anhelas?
¿Por qué seguir guardándote en una caja de cristal que por fuera luce limpia, pero por dentro no ha sido aseada?
¿Por qué seguirte resguardando tras una muralla que, por muy doloroso que sea, sabes que él no volverá a cruzar?
¿Por qué, mujer, por qué?
¿Por que pedir perdón por seguir viviendo?
¿Por qué aferrarte a lo que no volverá a ser?
¿Por qué te marchitas mientras ves la vida pasar frente a ti?
Mujer, antes de buscar el perdón de afuera, perdónate.
Cuervo Nagâ ha dicho que…
Aunque ya te lo dije, lo repito, me encantó este relato y ya después de escuchar tu amable explicación, me encantó aún más.

Esa gentil sutileza y marcada crueldad me recrearon una imagen excitante que sigue dándome vueltas en la cabeza y otras partes de mi anatomía.

Entradas populares