La historia de Neli

- ¿Qué pasa si me muero hoy?

- No vas a morir hoy, además tienes que ir a mi fiesta lo recuerdas, lo prometiste, por qué preguntas eso, otra vez estás triste verdad?

- No pasa nada

Era un día normal, completamente igual que todos los días durante los últimos tres años de su vida, no había amanecido nublado, el sol brillaba en lo alto con el cielo completamente despejado, un día cálido; tal vez era miércoles, el típico miércoles de tianguis en su colonia, con gente atropellándose en las banquetas y señoras abriéndose paso con su gran bolsa de mandado y una hilera de niños de kinder siguiéndoles de prisa.

Sí, todo era normal, ella se había levantado temprano como cada mañana, probablemente escuchó a su mamá cuando salía de casa para ir a trabajar; su hermana mayor le llamaría una vez más, esta vez jalándole las cobijas hasta asegurarse de que no volvería a cerrar los ojos. Ella, su nombre es Neli, observaría cómo María se arregla para ir a la preparatoria, mientras busca su uniforme y se prepara para ir al colegio, al final se miraría el rostro en el espejo para comprobar que nada ha cambiado en él.

Neli tenía 14 años y llevaba por lo menos 2 años en una depresión profunda, nunca había intentado dañarse, sin embargo hacía tres días no comía nada. A pesar de que su familia procuraba dedicar la hora de la comida a estar juntos, nadie lo había notado aún, su depresión empeoraba y una idea rondaba su mente hacía ya varios días.

A las 10:30am se dirigió a la oficina de la psicóloga. Neli era inteligente, una chica fuerte, había buscado siempre una solución a sus problemas y muchas veces la tuvo que encontrar sola a pesar de lo cual se mantenía, aparentemente, dentro del rol que su familia le exigía: excelentes calificaciones, eso nunca fue un problema; buena conducta, no fumaba, no tomaba, no iba a fiestas sin permiso, sus amigas eran personas de familia honrada, obedecía a sus padres, quizá en exceso, tratando de recuperar siempre el amor que creía no merecía o había perdido hace algún tiempo por alguna razón que todavía no alcanzaba a comprender. Se le veía siempre seria, callada, con la mirada melancólica, tratándose de refugiar en versos que luego escondía de la vista de su padre, versos que describían su dolor, soledad y falta de amor.

Toc, toc, toc

-Adelante

-Hola

-Pasa, siéntate, ¿cómo estás? Recuerdas en que nos quedamos la última sesión?

-Sí, sólo venía a decirle que ya no quiero seguir viniendo, gracias por su tiempo, pero ya no quiero continuar con las sesiones.

-Me quieres decir la razón?

-Sólo ya no quiero, es todo.

-Creo que es por lo que hablamos la última sesión, es normal que te sientas así, tocamos una fibra sensible, pero me decepcionas, siempre te he considerado una chica muy madura y fuerte capaz de afrontar cosas difíciles, no me parece que ahora quieras interrumpir las sesiones, pero es tu decisión, yo no puedo obligarte.

-Lo sé, y mi decisión es que ya no quiero seguir viéndola.
Maldita, cree que tiene todas las respuestas, ni siquiera me ha ayudado, cada vez me siento más sola en vez de sentirme mejor, además es una puta, coquetea con él y con los demás haciéndose la inocente, cree que soy estúpida y no me doy cuenta, ahora él esta enamorado de ella, de ella, la odio.

Salió de la oficina y recorrió las escaleras que conducían al patio, aún quedaban 15 minutos del receso, llegó al salón y de su mochila sacó un frasco de analgésicos, tenía que tomar una tableta cada 8 horas, pues un par de meses atrás una lesión en la rodilla la atormentaba con un intenso dolor que aún no cesaba a pesar de la rehabilitación. Pero ahora su dolor era otro, le sangraba el alma y quería apaciguar su herida. Ya nada le importaba.

Caminó hasta el final de la cancha de usos múltiples, abrió el frasco y tomo una tableta, la tragó mientras pensaba que en realidad a nadie le importaba lo que pasara con ella. Recordó que tenía meses descubriendo que su mamá los engañaba a todos de una manera cruel e indolente; reconocía que su vida era falsa, que se veía obligada a ser alguien que no era, que por más que intentaba satisfacer a sus padres estos la ignoraban enfrascados en sus problemas maritales. Vació un puño de pastillas en su mano y las tragó pensando que la única persona que quizá la hizo sentir amada durante un tiempo era un fraude, que todo fue un engaño, y que ahora era juzgada y humillada, degradada a un ser inferior en la familia porque el destino la enredó en una relación incestuosa que por alguna razón ella debió impedir, no entendía como podría haberlo hecho pero finalmente ella era la mala del cuento.

Quedaban tres tabletas en el frasco y las tomó llorando, el último pensamiento lo dedico a su hermano, un ser pequeñito que no alcanzaba el año de edad; lloró pensando en él, sabiendo que desde su nacimiento él era su fuerza, su alegría, su paz y que ya no lo vería más.

Neli no murió, para bien o para mal, no lo sé, esto sólo es un fragmento de su historia, pero es el parteaguas, su vida se divide en el antes y el después de este atentado contra si misma. Tal vez más adelante pueda contar su antes, sólo así comprenderían el después, por ahora sólo quiero dejarlos con este intro.

-Neli, por qué lo hiciste?

-Sólo quería que el dolor se fuera, sólo quiero que el dolor se vaya...

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