Nimiedades


Espero sin esperar. A veces, cuando la noche llega y el sueño intenta huirme, ruego sin rezar. Pienso en silencio con la esperanza de que nadie sepa lo que digo y rogando, rogando muy fuerte que él lo sepa y me diga algo, me lleve al camino, me diga por dónde continuar mirando.

Su silencio es más fuerte que el mío. Por eso espero sin esperar. Con la ilusión del que llega a su fin serenamente, ya postrado en la cama de cualquier hospital. Con la paz que da la resignación. Sin dolor, sin pena, sin anhelo.

Tan sólo viendo llegar un día tras otro. No soy triste si es lo que parece. Pero ciertamente no soy feliz.

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