Todo comenzó cuando nos permitimos flirtear mutuamente, aparentemente como un juego inocente, pero jugar con fuego siempre es peligroso inevitablemente alguien termina acercándose demasiado y se quema, lo único que varía es el grado de la quemadura.

Una noche de pronto nos dejamos llevar, nos acercamos demasiado al fuego pues se veía tentador…como dos viajantes en una noche fría y sola buscando una hoguera, e inevitablemente, algunas brasas nos quemaron la piel quedando dolorosamente heridos.

Sin embargo ese no fue el peor error, lo más doloroso fue cuando ambos nos dimos la espalda dejando que cada quien se curara la herida como pudiera, pero ninguno quería sanar, dejar abierta la llaga era una forma de expiar la culpa que caía sobre ambos, como una gran roca sobre la espalda.

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