Pasa sin ver

Tenía ocho años, quizá nueve, ya no importa, me secaste las lágrimas de los ojos y limpiaste mis mejillas, me dijiste todo estará bien y te fuiste. Yo creí, como cree un niño en su madre, creí que todo estaría bien, pero tú pasaste sin ver.
A los doce años me encontraste en el baño intentando encender un cigarro, me amenazaste con acusarme con papá, te rogué que no lo hicieras y dijiste que todo estaría bien. Yo creí, de nuevo, tratando de mantener esa confianza pura del recién nacido que mama del pecho de su madre. Pero tú de nuevo pasaste sin ver.
A los catorce años me lesione una rodilla, intenté seducir a mi profesor de deportes, y mi último grito de auxilio fue ahogado en un frasco de pastillas. Esta vez ya no dijiste que todo estaría bien, tampoco me abrazaste ni limpiaste mis lágrimas del rostro, ahora me viste con ojos severos y los brazos cruzados y dijiste basta. Y de nuevo pasaste sin ver.
Pero no solo tú has pasado a mi lado, me has abrazado y consolado sin involucrarte, un abrazo hueco, palabras vacías que pretenden dar aliento detrás de unos ojos que juzgan e interrogan, detrás de una mirada de lástima que solo me aísla, de ti y del mundo.
Tenía 18 o 19 años y lloraste al lado de mi cama de hospital pidiéndome perdón, llorabas y me abrazabas temblando incapaz de mirarme a los ojos, lágrimas de culpa, el peso terrible que trae la omisión, el pasar sin ver… y yo creí, de nuevo creí en ti, con mi alma de niño pequeño abrace la tuya y dije que no había nada que perdonar, pero tan pronto se apago la llama, pasaste sin ver.
Y qué me dices tú, te cargue en brazos para caminar por ti cuando te derrumbo su partida, te alimente en la boca cual bebé indefenso, te limpie y curé la herida pacientemente, nunca te abandoné y aún hoy sigo a tu lado, pero anoche he ido a ti, expirando soledad por los poros, llorando tristeza, suspirando dolor y tú has pasado sin ver.
…Qué más da, a ti que me lees, a ti que te sientas a mi lado en el salón de clase, tú que vives en mi casa, tú que juegas basquetbol conmigo, a ti que de una u otra manera me dices hola al menos una vez a la semana, tú que has chocado conmigo por error al caminar, tú que has dormido conmigo, a ti te invito a pasar, ven te invito, pero pasa y no mires, no mires, no mires…
A los doce años me encontraste en el baño intentando encender un cigarro, me amenazaste con acusarme con papá, te rogué que no lo hicieras y dijiste que todo estaría bien. Yo creí, de nuevo, tratando de mantener esa confianza pura del recién nacido que mama del pecho de su madre. Pero tú de nuevo pasaste sin ver.
A los catorce años me lesione una rodilla, intenté seducir a mi profesor de deportes, y mi último grito de auxilio fue ahogado en un frasco de pastillas. Esta vez ya no dijiste que todo estaría bien, tampoco me abrazaste ni limpiaste mis lágrimas del rostro, ahora me viste con ojos severos y los brazos cruzados y dijiste basta. Y de nuevo pasaste sin ver.
Pero no solo tú has pasado a mi lado, me has abrazado y consolado sin involucrarte, un abrazo hueco, palabras vacías que pretenden dar aliento detrás de unos ojos que juzgan e interrogan, detrás de una mirada de lástima que solo me aísla, de ti y del mundo.
Tenía 18 o 19 años y lloraste al lado de mi cama de hospital pidiéndome perdón, llorabas y me abrazabas temblando incapaz de mirarme a los ojos, lágrimas de culpa, el peso terrible que trae la omisión, el pasar sin ver… y yo creí, de nuevo creí en ti, con mi alma de niño pequeño abrace la tuya y dije que no había nada que perdonar, pero tan pronto se apago la llama, pasaste sin ver.
Y qué me dices tú, te cargue en brazos para caminar por ti cuando te derrumbo su partida, te alimente en la boca cual bebé indefenso, te limpie y curé la herida pacientemente, nunca te abandoné y aún hoy sigo a tu lado, pero anoche he ido a ti, expirando soledad por los poros, llorando tristeza, suspirando dolor y tú has pasado sin ver.
…Qué más da, a ti que me lees, a ti que te sientas a mi lado en el salón de clase, tú que vives en mi casa, tú que juegas basquetbol conmigo, a ti que de una u otra manera me dices hola al menos una vez a la semana, tú que has chocado conmigo por error al caminar, tú que has dormido conmigo, a ti te invito a pasar, ven te invito, pero pasa y no mires, no mires, no mires…
Comentarios
un abrazo
saludos fraternos
excelente escrito
Y es que nunca faltan ganas.
Besotes
Besos rojos,
HR.
Un beso mirandote.
Te debo una historia, lo sé, déjame ver qué puedo hacer para redactarla adecuadamente.
Un enorme abrazo!
Lo malo es que luego esos estándares los aplicas con todos los demás. Poco a poco te vas marcando. Tu corazón se queda con huellas. Y la soledad, el dolor y todo lo que venía con ellos, no queda en el pasado.
Pasa sin ver, pero pasa.